Por azares del destino hoy he terminado leyendo acerca de iWeb, una de las herramientas que Apple distribuía en su momento cuando la Web estaba en pleno auge y todo el mundo se planteaba tener su propio sitio Web. Yo no tenía un Mac en aquel momento, pero sí recuerdo haber creado mis primeros sitios Web con programas pequeñitos que bajaba desde Softonic (recuerdo con especial cariño uno que traía una cantidad enorme de scripts de otro sitio Web llamado DynamicDrive, que acabo de ver que además sigue abierto), y luego con Frontpage 2003. Sí, el HTML que generaba era basura, pero era un HTML que se veía y que podía subir a cualquier hosting desde el cibercafé más cercano habiéndome llevado el sitio Web en diskettes.
Luego descubrí el mundo de los sistemas de gestión de contenido cuando instalé una versión de Joomla en alguna parte (de aquellas recuerdo pasarme una hora y pico esperando a que se subieran todos los archivos desde los primeros ADSL que llegaron a este pueblo), luego descubrí WordPress y luego ya me desentendí un poco de todo aquello hasta que abrí mi bitácora de desarrollo con Hugo.
Y esto me ha hecho pensar en un tema. Mucho de lo que he hecho en Internet ha sido básicamente generar código HTML legible por un navegador. Bien en el momento de diseñar la Web, bien en el momento de generarla para subirla, bien en el momento en el que alguien la visita, pero al final la salida es HTML (vale, HTML con cosas, con su CSS, sus JavaScripts, su camisita y su canesú). Y HTML es lo único que ha permanecido constante en todos estos años, y no hay visos de que esto vaya a cambiar en un futuro próximo. El HTML es lo que está permaneciendo después de tantos cambios.
Por eso me está gustando ver gente que está volviendo a hacer cosas directamente en HTML, y el movimiento IndieWeb en general. Fuera de las redes sociales (federadas o no), fuera de las plataformas preestablecidas que se limitan a rellenar campos de un formulario; simplemente escribiendo HTML y CSS (o generándolo con otras páginas, pero sin automatizar gran cosa). Y por eso me dio pena que cerrara Geocities. No había ninguna necesidad de ello: tecnológicamente esas páginas pueden quedar preservadas para la eternidad (y por suerte muchas de ellas lo están).
Como nota adyacente: me da pena que mucha gente ya se haya conformado con compartir las cosas en plataformas valladas como las redes sociales mayoritarias. Hace no tanto tiempo no teníamos problema e incluso nos sentíamos orgullosos de tener nuestro propio sitio Web compartiendo nuestras cosas, nuestros álbumes de fotos (siempre teniendo en cuenta de no compartir más de la cuenta, claro). Me encantaría que esto volviera a generalizarse, sinceramente.
Como segunda nota adyacente: me da bastante pena que haya medios de comunicación que se limiten a ser una página de Facebook y una cuenta de X, como ocurre por ejemplo en mi municipio. No se dan cuenta de que están sujetos a sus normas, de que llegan literalmente a tanta audiencia como esas redes sociales quieren que lleguen, y que deberían empezar a plantearse tener su propio sitio Web al que atraer el tráfico, aunque cueste ligeramente más trabajo y algo de dinero (poco o nada, porque para empezar sirve incluso un sistema de blogs gratuito como Blogger o WordPress.com). Su HTML es para siempre, pero si Facebook cierra, todo su contenido se evapora, y esto no me parece en absoluto deseable. En algún momento ahondaré en este tema.
Foto de Florian Olivo en Unsplash
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