Me ha venido a la cabeza una costumbre que cogí en algún momento mientras viví en Madrid. Allí la verdad es que estuve bastante bien, si bien hubo momentos en los que me sentía un poco aislado y alejado de mi gente. Y la radio en general siempre ha sido buen acompañante para mí.
Por ello decidí ir a Wallapop y buscar algo para poder escuchar la radio por Internet. Encontré una radio bastante apañada que empecé a utilizar para escuchar Canal Extremadura Radio y las emisiones locales de Cáceres sin necesidad de tocar el móvil ni el ordenador. Pero no tardé en empezar a bisurear1 por el resto del directorio de emisoras y lo primero que miré, como es lógico, fue Portugal. Y acabé escuchando Antena 1 Fado y Radio Amália.
Ya conocía algunos artistas como Ana Moura pero no había profundizado mucho más en el género, y escuchar estas emisoras me permitió conocer muchos más artistas. Es curioso. El fado para mí siempre ha sido casa2 y no lo descubrí hasta que empecé a escuchar esas emisoras de manera más asidua. Y caray si las escuchaba. Llegó un momento en el que me las ponía para dormir.
Lo reconozco. Duermo de maravilla escuchando fado lisboeta. Planto la radio con el temporizador de apagado, y entre Nem as paredes confesso y Uma Casa Portuguesa acabo como un cesto de cachorritos. Y esto es un problemón, porque resulta que yo solito me he arruinado el fado.
Como si me hubiera condicionado cual perro de Pavlov, es ponerme una de Amália Rodrigues y empezar a bostezar. Lo cual es una pena, porque no es que me aburra ni mucho menos. Todo lo contrario, me apasiona. Más bien es que el fado me relaja muchísimo, porque, como dije antes, para mí el fado es casa, es música en la que me siento seguro.
Hace mucho que no me pongo fado para dormir de seguido, solo alguna noche, precisamente porque lo que pretendo es recuperar el fado para mis días. Quiero sentirlo y quiero disfrutarlo. Y, qué narices, quiero cantarlo, pero esto es harina de otro costal.
Imagen por Tiago J. G. Fernandes, de Flickr (CC BY 2.0)
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