La rutina para mí significa muchas cosas a la vez. Tener una rutina diaria en algunas ocasiones da sentido y elimina mucha de la parálisis por decisión que muchas personas pueden experimentar por cuestiones del día a día (una de las razones por las que se ha dicho siempre que personas como Steve Jobs o Mark Zuckerberg visten siempre igual, por ejemplo). Y es muy fácil mantener hábitos dentro de una rutina.
Pero el problema viene cuando mantener una rutina diaria (o semanal, o mensual) acaba ahogando todo atisbo de espontaneidad. Cuando rellenas tus días con todo tipo de cosas que hacer, siempre las mismas, incluso repitiendo cosas como outfits o menús semanales, corremos el peligro de caer en el más absoluto de los tedios.
Es un problema del primer mundo en realidad. «Todos los domingos, para comer, pollo asado», «solo me visto con vaqueros», «todos los viernes cena y cervecitas en el bar», «menudo coñazo, siempre lo mismo». En realidad es puro aburrimiento de no vivir en tiempos interesantes, de tenerlo todo resuelto y no enfrentarse ni a la más mínima decisión. Al final lo que se supone que nos facilita la vida nos acaba aburriendo.
No son tiempos interesantes. Ojalá no vivirlos.