De pequeño tenía acceso a dos máquinas de escribir de dos familiares. No eran mías pero en realidad no importaba, porque yo podía utilizarlas, o sea, jugar con ellas. Y con el paso del tiempo, tras varias mudanzas y habiendo empezado a prestar atención a otros juguetes (por ejemplo, un ordenador) acabé extraviándolas y las dejé de utilizar. Hoy hace muchos años que no uso una máquina de escribir (es 2024; no es tan extraño).
El tema es que creo que escribir en un dispositivo dedicado únicamente a escribir tiene cierto sentido. He mencionado en algunas ocasiones la intencionalidad de una acción y de las herramientas utilizadas para llevarla a cabo. Podemos hacer muchísimas cosas con un ordenador o una tablet: ver películas, escuchar música, leer libros… Pero también es sencillo distraerse y acabar haciendo la nada más absoluta. Por ello algunos tenemos un reproductor MP3 o un altavoz en casa para escuchar música, o preferimos ver películas en un televisor, o leemos en libros o en lectores de libros electrónicos que sólo sirven para leer libros (y para vendértelos; esto es otro tema). Y escribir es también una de estas acciones.
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