Una cosa que conservo de cuando fui a Madrid es la ausencia de pudor por estar solo en un sitio público. Si me apetece tomarme un café y pasármelo escribiendo en una terraza (como estoy haciendo ahora mismo), lo hago, aunque aquí parezca raro. En Madrid me iba solo al Starbucks a hacer lo mismo y no pasaba nada; pues aquí tampoco tiene por qué pasar nada.
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