Este verano tuve un percance. Se ve que en algún momento le di un golpe demasiado fuerte a mi Apple Watch; no lo suficiente como para que se rompiera pero sí lo justo para que se dañara el sello estanco, y al meterme en la piscina la pantalla saltó. Eso no tiene arreglo posible, claro.
El precio por reparar mi modelo de reloj, según Apple, supera los 300€. Y, la verdad, ahora mismo no estoy dispuesto a gastarme ese dinero para tener un reloj inteligente. No me apetece, la verdad. Y por otro lado creo que ese reloj se ocupaba cada vez más de interrumpirme, distraerme y, en definitiva, estresarme.
Cuando te compras un reloj inteligente al principio todo son fanfarrias, al menos en mi caso. Mira, te llegan los WhatsApp, puedes responder. Puedes llamar en cualquier sitio. Anda, si me mide las carreras. Qué vicio llenar los anillos. Anda, si conecto los cascos puedo escuchar música.
Pero al menos en mi caso, sobre todo ahora que estoy intentando reducir mis distracciones, acaba siendo un torrente de notificaciones, de mensajes que pocas veces son tan urgentes como para necesitar verlos en el momento. Y la verdad es que estoy disfrutando cada vez más de los tiempos en los que estoy alejado del teléfono.
Y el caso es que cuando se me rompió el reloj sí que reconozco que me sorprendía muchas veces girando la muñeca para ver la hora. Así que decidí comprarme un Casio. El de la foto. No es el modelo más básico (sincroniza la hora por Bluetooth, cuenta pasos…), pero tampoco es un reloj inteligente con notificaciones, pulsómetro y todo eso.
Estoy muy contento con él. Tengo un reloj que me da la hora y tiene la cosita de que me cuenta los pasos, para tener una idea de mi actividad diaria. Y mi entorno al principio se extrañaba que precisamente yo, con lo aficionado que soy a la tecnología, renunciara a tener un reloj conectado.
Lo que he descubierto, de paso, es que hay un mundo enorme de aficionados a, particularmente, los Casio G-Shock1. Y no les culpo. Hay muchos modelos y muy variados. Yo no creo que me vaya a comprar más, pero hay gente con colecciones muy extensas.