Una de las cosas que se me han quedado grabadas, según he ido creciendo, es que nunca hay que tocar a los pájaros volandones. Cuando te encuentras un gorrión pequeñito en el suelo, agazapado o correteando y aleateando de un lado a otro, lo que hay que hacer es dejarlo tranquilo, que los padres no se van a acercar al pájaro mientras tú estés revoloteando por ahí.
Pero he tenido que romper esta regla hoy, hace unos momentos. Tengo un gurriato volandón en mi patio, se ha debido caer de algún nido que debo tener en el tejado o en el de un vecino, y cuando he salido a regar las macetas se ha metido zumbando para dentro de la casa. Y dentro de la casa sí que lo iban a perder de vista sus padres.
He intentado sacarlo sin tocarlo, pero cuanto más lo intentaba más adentro se metía, y ha llegado a un punto en el que se estaba metiendo en el hueco de la escalera que tengo lleno de trastos, y no me apetecía que se quedara ahí atrapado o hacerle daño al sacar los trastos para sacar al pájaro. Así que he tenido que agarrarlo con la mano y sacarlo otra vez al patio.
Allí se ha quedado agazapado debajo de un canalón; supongo que tiene que recuperarse del susto que debe ser que un bigardo 50 veces más grande que él lo agarre y lo mueva de un lado a otro. Eso sí, no ha llegado a piar.
Lo que sí he hecho ha sido dejarle un recipiente con agua, un plato viejo. No creo que lo use, pero yo que sé, me sabía mal que no tuviera agua a mano si tenía sed. Hace bastante bochorno. Si no se la toma el pájaro, el saltarrostros que he visto por las paredes dará buena cuenta de ella. O se evaporará o algo. Qué le voy a hacer.
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